Una atracción flameante

Posted by Unknown On 15:22 0 comentarios

Eran las tres de la madrugada cuando el teléfono sonó en casa de los Reese.

-Cariño, es para ti –dijo la señora a su marido.


-Reese –contestó Bruce al teléfono mientras se pasaba la mano por los ojos en un intento de espabilarse-¿Inspector Rasnick? Es muy tarde… ¿ocurre algo? Entiendo… sí, enseguida voy, hasta ahora.

-¿Qué quería?

-Pues… -respondía él mientras se ponía los pantalones a la vez que bostezaba –quiere que vaya al bar de abajo de su casa. Tal vez haya un par de alborotadores o algo así, seguro que no es nada. Vuélvete a dormir.

Al llegar al bar, el adormilado agente se encontró al inspector Rasnick sentado en la barra dando largos tragos a un vaso de contenido desconocido. Se acercó a él e intentó llamar su atención.

-¿Inspector?

Él levantó la cabeza y lo miró con tristeza. Parecía que había bebido demasiado.

-Siéntate, Reese. Una copa para mi amigo –le dijo al barman.

Bruce estaba realmente sorprendido. Nunca había visto al inspector Rasnick así y no sabía cómo debía actuar. Se limitó a obedecer a su superior, el cual acababa de llamarlo amigo en su estado de embriaguez, y se sentó a su lado.

-La vida es un asco. ¿Tienes hijos, Bruce? –preguntó después de un largo trago.

-No, señor.

-Mi mujer dice que paso poco tiempo con mi hijo. Ayer fue su cumpleaños… yo le regalé un atlas. No te imaginas lo furiosa que se puso Patty. ¡Yo pensé que le gustaría! A mí me gustaban esas cosas de crío. Pero ahora ninguno de los dos me habla, por eso estoy aquí. Es demasiado incómodo estar en mi casa.

-¿Cuántos años cumplió su hijo, señor?

-Cinco.

-¿Y le regala un atlas a un niño de cinco años? Bueno… aún puede remediarlo. En dos días es Halloween, ¿por qué no lleva a su hijo a la feria? A los chicos les gusta eso.

-¿Para qué puñetas iba a querer mi hijo ir a la feria? ¡A mí me hubiese encantado tener un atlas a su edad!

-Seguro que le encantó, no hay duda. Pero podrían pasar una tarde padre e hijo en la feria.

-¿Con eso conseguiré que mi mujer deje de estar de morros?

-Se lo aseguro.

Ambos hicieron como si aquella conversación no hubiese existido al ir a trabajar al día siguiente. No comentaron nada al respecto hasta la mañana de Halloween mientras examinaban el caso del asesino en serie que mataba siempre llevando una máscara. El cadáver del principal sospechoso había aparecido quemado en su domicilio junto a una careta del joker aquella madrugada.

-El fuego fue intencionado, sin duda. Los bomberos encontraron restos de acelerantes –explicaba Reese al resto del equipo y al inspector Rasnick, que también se encontraba presente.

-¿Quién iba a querer matar a ese hombre? –preguntó Mallory, la agente del pelo a lo afro.

-Obviamente alguien que sospechaba que fuese el asesino. Descartando a la policía, sólo queda el testigo del primer asesinato. No aceptaron su testimonio en el juicio porque iba ebrio, tal vez quiso hacer justicia él solo. Id a hacerle una visita a ver qué nos cuenta sobre anoche –dijo el inspector Rasnick.

Bruce iba a salir cuando el inspector lo detuvo para hablarle sobre la excursión con su hijo a la feria. Él era como un rinoceronte en una manada de jirafas, no sabía envolverse en ese ambiente. Así que le pidió que los acompañara a él y a su hijo para echarle un cable al principio y que después se fuera, cosa que Bruce aceptó.

Aquel día todo iba de perlas para nuestro agente. Su sospechoso no tenía coartada para el asesinato del asesino en serie. Además había estado bebiendo, por lo que podían usar eso en su contra también. Por la tarde llevó en coche al inspector Rasnick y a su pequeño a la feria, dio una vuelta con ellos y le aconsejó a su superior que entrasen en el túnel del terror. 

Los acompañó hasta la entrada, aunque no pasó con ellos. El chaval había resultado ser bastante simpático. Llamó su atención un pequeño hombre vestido del joker que hacia malabares con mecheros a unos pocos metros de la cola del túnel del terror.

Uno de los mecheros cayó al suelo, y Reese lo recogió y se lo tendió al hombrecillo.

-A más de uno le han hecho su trabajo hoy –le dijo el malabarista con voz chirriante.

A Bruce le pareció una manera extraña de dar las gracias. La gente debía haberse pasado la tarde recogiéndole los mecheros del suelo, pobre. Aunque su disfraz estaba logrado.

Volvió a su despacho y se dispuso a rellenar el papeleo del asesino asesinado. Lo cierto es que aunque un hombre hubiese cometido un delito por matarlo, ya no volvería a preocuparse por si aquel loco volvía a actuar. No tenían pruebas suficientes para detenerlo y al menos con él muerto se salvaban muchas más vidas. A pesar de que otro hombre fuese a la cárcel.

Entonces tuvo una revelación.

A más de uno le han hecho su trabajo hoy.

Lo habían asesinado quemándolo vivo. La máscara del joker. Aquella frase del malabarista enano disfrazado que jugaba con mecheros. Todas las piezas del puzle se unían para llevarlo al mismo sitio. Comenzaba a sentir aversión por el fuego. Se apresuró por coger el coche y volver a la feria.

Mientras tanto, el inspector Rasnick miraba con desconfianza a los muñecos que aparecían de la nada en el túnel del terror.

-Tranquilo, papá. Los monstruos no te van a hacer nada porque estás conmigo.

-Vaya, campeón, ¿no me atacan porque tú me proteges?

-Claro. Yo soy un cazador de monstruos, por eso no hay ninguno bajo mi cama.

La alarma de incendios saltó dentro de la atracción haciendo que todos se alterasen.

-Tranquilícense, mantengan la calma y síganme hasta la salida de emergencia –anunció un guardia de seguridad.

Para sorpresa y desgracia de todos, la dichosa salida de emergencia estaba atrancada y no podían salir. Se habían quedado encerrados dentro del túnel del terror, que ardía poco a poco y hacía toser al personal a causa del humo cada vez más espeso.

-Déjeme intentar abrirla, soy policía –dijo el inspector Rasnick enseñando su placa al guardia.

No pudo abrirla ni llamar a nadie puesto que no había cobertura allí dentro.  La gente comenzaba a entrar en pánico cuando de repente la puerta cayó al suelo de un golpe y todos vieron al agente Reese con un equipo de bomberos tras él al otro lado. Hizo señas a los bomberos para que entrasen y salió corriendo, desapareciendo entre la multitud.

El inspector y su hijo estaban a salvo comiendo una manzana de caramelo en una de las paradas de la feria. Hacía poco más de media hora que no sabía dónde estaba Reese, y pensaba que ya se habría ido a casa cuando lo vio tumbado sobre una camilla que los paramédicos se apresuraban a llevar junto al camión de bomberos. Cogió a su hijo de la mano y corrió hacia el camión.

-¿Pero qué te ha pasado?

-Reduje a un sospechoso –dijo Reese, que tenía un ojo morado, varios arañazos en la cara y un hombro dislocado.

-Pues no deberías reducir a nadie más de esa forma. Acabaste hecho un Cristo.

Un grupo de enanos vestidos del joker pasaron por delante del margullado agente y le gritaron a la par que alzaban sus puños.

-¡Eh, madero! ¿Has tenido bastante? ¡Ni se te ocurra volver! 

Rasnick no pudo evitar reír.

-¿Qué les has hecho?

-Confundí a uno de ellos con Barney Green.

-¿Pero qué diablo te poseyó para hacerte creer eso?

-Él estaba aquí esta tarde, por eso supe que debía volver con los bomberos… Es una larga historia. Pero el sospechoso borracho de esta mañana es inocente, sin duda –susurró mientras se levantaba con cuidado.

-Bueno, esta vez no te echaré la bronca porque se te haya escapado Green. Has salvado a mucha gente esta noche, y Charles y yo estamos muy agradecidos también.

Bruce sonrió y le desbarató el pelo al hijo del inspector. Frunció el ceño cuando le llegó un mensaje al móvil desde un número desconocido.

Creí que serías más rápido, no esperaba que me dejases oportunidad de incendiar nada. Qué decepción. Deberías ponerte hielo en ese ojo… ¡tú verás! ¡Jajajaja!
Barney Green

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