Un fugitivo ardiente

Posted by Marta R. On 7:09 0 comentarios


Eran las tres de la madrugada cuando sonó el teléfono de mi habitación y despertó a mi mujer. Como siempre, ella contestó por mí… algo que no fue suficiente para mi interlocutor. Ella me despertó insistiendo en que parecía importante, de modo que me incorporé y contesté.

-¿Quién diablos llama a las tres de la mañana? –contesté de mal humor.
-¿Bruce Reese?
-Sí, soy yo… ¿quién es?
-No puedo decirle quién soy, pero si yo fuera usted me pondría los pantalones e iría de inmediato al 65 en Lannex.
-¿Es esto una broma?
-En absoluto.

Y cortó la llamada. No sabía si tomarme en serio aquella llamada anónima, y tampoco sabía cómo demonios había conseguido nadie mi teléfono personal. Pero como integrante del cuerpo policial me sentía obligado a ir a comprobarlo, ya que las consecuencias para mí serían pésimas si por alguna de aquellas se hubiera liado una gorda allí y el jefe descubriera que alguien me llamó para alertar a la policía y yo había pasado de ello. Simplemente no estaría bien.

-¿Quién era, querido? –preguntó mi mujer con voz perezosa desde la cama al ver que había comenzado a vestirme.
-No tengo ni idea, pero parece que ha pasado algo en Lannex.
-Ten cuidado –me dijo, y le di un beso rápido pensando que volvería a estar con ella en un par de horas.

Cogí mi pistola y me dirigí hacia donde aquel tipo me había dicho. Cuando llegué al barrio, que parecía estar desierto, busqué el número 65; una casa vieja con las paredes ennegrecidas y el césped descuidado. La encontré con la puerta abierta de par en par. Entré con el arma en alto y di la luz al tiempo que un jarrón caía sobre mi cabeza.

-¿Bruce?
-¿Lenny?
-¿Qué coño haces tú aquí?

Lenny era el sabueso del equipo. Todos le hacíamos bromas con detalles raros como… no sé, manchas de café en una camisa que podrían ser la prueba crucial de un asesinato y cosas por el estilo. Aunque en ocasiones el tipejo era bastante útil.

-Recibí una llamada anónima… -dije sobándome la cabeza - ¿Por qué has hecho eso?
-Yo qué sé… pensé que eras un asesino o algo.
-¿Y tú por qué estás aquí?
-Es obvio que por lo mismo que tú. Es extraño que llamasen a casa a dos policías que no estaban de servicio y que los citasen en un lugar que está aparentemente tranquilo.
-Bueno, habría que registrar la casa. ¿Has abierto tú la puerta?
-Ya lo he hecho y no, ya estaba abierta cuando llegué. La cerradura ha sido forzada… alguien debió abrirla de una patada.

El sabueso me contaba su inspección como si fuera algo maravilloso cuando una carcajada resonó por toda la casa.

-Viene del sótano –dijo el sabueso. Y allí es donde fuimos, corriendo y empujándonos  para llegar antes que el otro. Era una habitación pequeña y oscura llena de moho y mierda de rata que además tenía el suelo encharcado. Había una ventana a lo alto de la pared del fondo desde la cual se podía acceder al sótano por la parte trasera del jardín. ¿Para qué iba alguien a derribar la puerta pudiendo entrar por ahí?

Mientras me debatía conmigo mismo para encontrar una respuesta a esa pregunta sentí como me empujaban hacia dentro y la puerta se cerraba tras nosotros.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Abrid la puerta!
-Deja de aporrearlo todo Bruce, esto está en tan malas condiciones que no me extrañaría nada que se nos cayese el techo encima ahora mismo.
-¿Y qué sugieres? ¿Que nos quedemos aquí encerrados?
-No. Uno sale por esa ventana y vuelve para sacar al otro.

Iba a comentar que había alguien posiblemente armado ahí afuera que nos había encerrado cuando me interrumpió una explosión.

-¿Pero qué narices…?

Vimos como una cara verde reía desde la ventana y tiraba cerillas al suelo antes de cerrar la ventana. Pronto nos dimos cuenta de que lo del suelo no era agua, sino gasolina, y que íbamos a morir en aquel incendio. Me lancé contra la puerta para intentar derribarla con la ayuda del sabueso. Hicimos tanta presión que la tiramos al suelo enseguida y caímos tras ella. Al levantar la vista vimos que había fuego por todas partes de la casa y yo comencé a marearme a causa del humo. Lo último que recuerdo es haber oído a Lenny maldecir pidiéndome que aguantara con aquella horrenda carcajada siempre presente y de fondo. Después… bueno, después todo se volvió negro.

Desperté a un par de días de aquello en el hospital. Me dolía todo, estaba lleno de cables y tenía varias bolsas de suero. Mi mujer se levantó de la silla que tenía a mi lado al ver que despertaba y corrió a llamar al doctor. Éste no tardo en venir y comenzar a mirarme los ojos y hacerme varias pruebas de reflejo.

-Doctor… ¿cuánto tiempo llevo aquí? ¿Cómo demonios salimos con vida de aquella casa?

El doctor me explicó que alguno de los vecinos había llamado a los bomberos y que el sabueso había conseguido arrastrarme lo suficientemente cerca de la entrada como para que pudieran salvarnos a tiempo. Ambos teníamos quemaduras de primer grado, pero Lenny había firmado el alta voluntaria al día siguiente.

Hice lo mismo que él y también firmé la mía. Llamé a mi compañero para hablar sobre lo ocurrido y pusimos al día al equipo. Al parecer, Lenny había descubierto gracias a los bomberos que había habido un pequeño incendio en esa casa a principios de aquella misma semana y que habían sido ellos mismos quienes forzaron la puerta para entrar, pero no encontraron a nadie allí dentro. El jefe insistió en que no era una prueba válida el haber visto una cara verde porque pensó que alucinábamos del pánico y que no podían saber de dónde nos llamaron y que podía haber sido casualidad que fuera a nosotros. Pero la gente no se pone de acuerdo para tener las mismas alucinaciones y no es tan normal molestarse en averiguar el número de una persona al azar. En los siguientes meses salieron casos parecidos en los periódicos: gente secuestrada que aparecía a los pocos días testificando que un hombre verde que reía de forma malévola había intentado quemarlos vivos. Incluso habían habido un par de muertes. Todo eso hizo que la policía se interesara por el caso.

 A día de hoy, un año después, seguimos buscando a ese cabrón verde teniendo como única pista el sonido de su carcajada y su pasión por el fuego.

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